Ginoreflexiones VII: Laos

Home / Paises / Laos / Ginoreflexiones VII: Laos

Por ahora Laos nos ha parecido el país más auténtico del Sudeste Asiático; seguramente debido a que el turismo tailandés, vietnamita y de Angkor Wat eclipsa este maravilloso país marcado por una naturaleza que abruma y una dura guerra encubierta de la que casi nadie tiene recuerdo en occidente.

Dado que íbamos sin expectativa alguna, fue la revelación del viaje.

1. AUTENTICIDAD

Lugareños del Loop

Después de recorrer los principales atractivos turísticos del Norte de Laos (Luang Prabang, Vang Vieng y Vientiane) y tras comentarios positivos de otros viajeros, decidimos hacer el llamado “Loop” de Thakek en moto durante 3 días junto a Alba (catalana que conocimos en una montaña de Nong Khiao). El recorrido en moto, especialmente para los que disfrutamos como enanos en este medio de transporte, fue espectacular y os lo cuenta Marian estupendamente en «Sabaidee! Ruta en moto por los alrededores de Thakek».

Fueron 500 kilómetros de encuentros con gente encantadora que tenían ganas de conocerte sin saber una palabra de inglés;

el puesto de comida donde se cayó Alba, el mecánico chapuzas que arregló la dirección de la moto a martillazos, las dueñas del restaurante donde repusimos fuerzas y les enseñamos algo de inglés, la señora que regentaba una especie de farmacia abierta un domingo casi por la noche en el medio de la nada, los niños en bici que nos chillaban por la carretera, las familias en carro tirados por bueyes que nos sonreían en cada curva, la gigantesca familia que nos acogió en el pueblo de Kong Lor en la que cada minuto aparecía un nuevo miembro, nuestro barquero tuerto…

De los viajes se olvida casi todo y las personas anteriores también será un difuso recuerdo en unos años. Pero hay personajes que no se olvidan, como la señorina de 200 años que nos encontramos en un lago de árboles muertos saliendo de la maleza con una oz y más energía que los tres juntos. Se paró delante de mi con una sonrisa que descubría más encía que diente y al indicarle que si podía hacerle una foto todo coqueta esconde la oz en la falda, se atusa el pelo y posa todo digna.

Con el tembleque fresco de los más de 500km en moto recorridos en tres días tocaba irse a Pakse.

Cincuentona de Pakse

Después de un autobús nocturno infernal (como casi todos) en el que nos sacaron a gritos en medio de la autopista a las 4 de la mañana (como en casi todos) para meternos en otro, llegamos a Pakse. Después de dar vueltas buscando la estación de autobuses nos damos cuenta que ya estábamos en ella y que también es un mercado; no sabes muy bien si coger un autobús, comprarte un pato vivo o que te pongan medio kilo de saltamontes fritos. Decidimos salir de la locura y tomarnos un café a la espera de que nuestro songthaew (mezcla entre autobús y tuctuc) saliese del mercado-estación rumbo a Champasak.

Mientras desayunábamos en la cafetería entablamos una agradable conversación con una laosiana que vivía en EEUU y estaba visitando a la familia. Pintada hasta las cejas, uñas postizas y pantalón cinturón que no dejaba nada a la imaginación, esta cincuentona nos dejó con la conversación en la boca y salió escopetada a ponerse una falda larga y un pañuelo que le cubriese el escote. En seguida entendimos el motivo; una procesión de monjes budistas estaba pasando cerca del café y tenía que salir de rodillas a darles comida como ofrenda. A pesar de su modernez no podía dejar pasar sus tradiciones.

Nos invitó a pasar la tarde del domingo con la familia en unas cataratas cercanas, pero declinamos su oferta porque teníamos que irnos a Champasak.

Emprendedora de Champasak

Después de 3 horas de songthaew compartido con 10 laosianos cargados de comida del mercado/estación llegamos a Champasak, pueblo tranquilo a la orilla del Mekong. Allí nos alojamos en un bungalow con vistas al río donde la primera noche convivimos con un escorpión negro gigante, un sapo amistoso al que le cebamos de mosquitos, saltamontes que no cabrían en tu mano y orugas con más pelo que mi cabeza alopécica.
Decidimos que después de esa noche sería interesante cambiar de alojamiento.

Conocimos a Guan en su pequeño y bonito restaurante, que como todo en el pequeño pueblo, estaba a la orilla del Mekong. Enseguida entablamos amistad con ella (la siesta de Marian después de comer en la silla creo que fue el catalizador) y nos ofreció a un precio de risa quedarnos a dormir en su casa que no tenía sapos, ni escorpiones, ni orugas…). Hablamos con ella durante horas, sus ideas de negocio, los planos de dos guesthouse que tenía pensado construir, su vida en Tailandia, su marido belga que nunca estaba, sus hijos hiperactivos … Nos invito a cenar (la mejor comida del viaje diría yo) en el suelo de su casa junto a unas amigas que trabajaban para ella. Cada uno se cocinaba lo suyo en un aparato metálico en donde la parte superior servía de barbacoa y la inferior tenía agua hirviendo para hacerte la sopa (pienso hacerme con un cacharro de esos cuando vuelva a España).

Nos despedimos con pena rumbo a las 4.000 islas, donde tendríamos que coger unos cuantos medios de transporte:una furgoneta, una barca que se estropeo en medio del Mekong, otra barca que remolcó a la anterior, un autobús y un speedboat para salvar los escasos 100km que separaban los dos lugares.

Miss Sai y Mr Vai de las 4.000 Islas

Alba había llegado unos días antes a las 4.000 islas del Mekong, casi en la frontera con Camboya. Nos estaba esperando en unos bungalows bastante alejados de todo donde no había alojada otra alma más que la nuestra. Eran unos sencillos bungalows que regentaba Mr. Vai junto con un modesto restaurante con vistas al Mekong gobernado por su mujer, Miss Sai.

A pesar de que sólo hablan dos palabras de inglés entablamos buena relación con ellos, hasta el punto de que meses después Marian todavía se escribe whatsapp con Miss Sai. Huelga decir que debido a que una no habla inglés y la otra tampoco laosiano, el único mecanismo de comunicación es mediante el intercambio de fotos que llega a ser francamente surrealista (eso que hemos perdido las fotos más extravagantes):

2. NATURALEZA
Las fotos que tomamos no hace justicia de lo que vimos, aun así son mejor reflejo que mis palabras:

3. GUERRA 
La famosa guerra de Vietnam eclipsó las acciones encubiertas del ejercito de EEUU en territorio laosiano durante 1964 y 1973. Llegando a realizar más de medio millón de misiones de bombardeo que equivale a una misión cada 8 minutos, 24 horas al día durante 8 años.

Se lanzaron en total unas 270 millones de bombas.Esto equivale a más bombas sobre Laos (con el cual en teoría no estaba en guerra) que todas las bombas lanzadas sobre territorio aliado en la 2º Guerra Mundial. De estas bombas un tercio no explotaron y siguen enterradas en Laos. Se cree que una persona y dos vacas mueren al día debido a estos UXOs (Unexploded Ordnance).

Nos enteramos de casualidad visitando el COPE Visitor Centre de Vientian que es una maravilla de museo. Para que no se haga más pesado el post, os dejo unos enlaces por si alguien quiere informarse:

Ginoreflexiones VII: Laos
Related Posts

Leave a Comment